
Si definiésemos a Italia como el país del arte, Florencia, y no la histórica Roma, debería ser su capital.
Y es que esta bella ciudad que capitanea la Toscana es un auténtico museo al aire libre: desde sus estrechas callejuelas que se abren a impresionantes y amplias plazas, sus palacios e iglesias de mármol, que atesoran algunas de las obras más reconocidas del mundo. Porque Florencia, lugar donde nació el propio Renacimiento, es la cuna mundial del arte.

Como le sucede a otras ciudades clásicas, la masificación de sus calles en temporada alta es el mayor riesgo al que se enfrenta. No en vano, es la tercera ciudad que más turistas recibe en Italia. Sin embargo, fuera de las fechas de más apogeo, Florencia sigue siendo una apacible y acogedora urbe en la que perderse, callejeando, entre sus casas de aspecto medieval.
Luminosa y clara, reflejada en mármol blanco, durante el día, Florencia se vuelve íntima durante la noche. Con las tenues luces que impactan en la piedra, música y gente paseando, nos descubre al caer el sol una nueva cara de su crisol de personalidades.
El río Arno, en su camino hacia Pisa, la que un día fue breve capital de la nación italiana, alberga sus señas de identidad, el hermoso Ponte Vecchio, que, con su trazado medieval, aún une ambas orillas fluviales y nos traslada a la época en la que Florencia, bautizada por los romanos por su belleza como Florentia, efectivamente, florecía.
EL CORAZÓN DE FLORENCIA
Tres edifcios forman el corazón de Florencia, ubicados en la Plaza del Duomo: su emblemática Catedral, el Campanile de Giotto y el Baptisterio de San Juan.
Del mismo estilo, los tres forman una unidad religiosa, la de las distintas partes de la conocida Catedral de Florencia, Santa María dei Fiori. De estilo gótico y renacentista, el que es uno de los edificios más grandes del cristianismo tiene también uno de los estilos más peculiares, el que da a su fachada la combinación multicolor de mármoles blancos, verdes, rosas y rojos, como si se tratase de un enorme mosaico.
De interior sobrio y silencioso, uno de sus elementos más impresionantes es la cúpula de Brunelleschi que, con sus más de 100 metros de altura y sus 45,5 metros de diámetro exterior, supone una obra de arte de la arquitectura, coronada por su emblemático tejado naranja ortogonal. Bajo la Catedral, la Cripta de Santa Reparata alberga restos de la iglesia original y tumbas de papas y obispos.
Al lado de la basílica –y no enfrente como es habitual– se sitúa la torre del Campanile de Giotto, una construcción clásica en las iglesias italianas ideada para ubicar las campanas y evitar así que su vibración afectase al edificio principal.
Para concluir, la plaza está protagonizada por el Baptisterio de San Juan, un edificio que destaca, especialmente, por sus impresionantes puertas labradas en bronce y por el impactante mosaico dorado de la cúpula interior, iniciado en el año 1225 y que deja absolutamente sin palabras.
La entrada conjunta a estos edificios cuesta unos 15 euros. Además de visitarlos, recomiendo subir tanto a la cúpula del Duomo como al Campanile para tener una visión diferente de Florencia, y hacerlo en un caso a primera hora de la mañana y al atardecer en el otro, para observar cómo los tejados de Florencia van tiñéndose del naranja oro del sol. En lo alto de estas construcciones, la ciudad se abre a nuestros pies, cálida, acogedora, contenida entre las montañas que la rodean y el verde de la Toscana en invierno. Una visión única de sus callejuelas que nadie debe perderse.
Reflexiones personales del lugar:
«Tejados naranjas, casas de colores blancos y ocre. Contras marrones y verdes por toda la ciudad. Una planicie urbanizada que desemboca en verdes montes, también poblados con casonas.
Solo sirenas de ambulancias se escuchan al fondo, tras el intenso rugido de viento, que no cesa en este punto en las alturas de Florencia.
La ciudad se tiñe de oro con el reflejo del sol poniéndose. Los últimos rayos se reflejan en la bruma de una iglesia de cúpula roja, tiñendo de blanco las montañas del horizonte».
UN MUSEO AL AIRE LIBRE
Cerca de la Plaza del Duomo, hacia el río, llegamos a la Piazza della Signoría, un espacio en L que supone el centro de la vida civil de la ciudad, ya que en él está el hermoso edificio del Palacio Vecchio, con su característica torre del reloj.
Animadísima de día y un remanso de paz por la noche, en ella se encuentra también la Fuente de Neptuno y la Loggia dei Lanzi, cuyos soportales son un auténtico museo al aire libre, inundados de bellas esculturas y contraluces de piedra entre las que destacan las delicadas formas del Rapto de la Sabina.
«Al entrar en la Piazza Vecchia, todo se vuelve calma. Pasa gente sin agobiar, mirando sus móviles con caras cansadas después de un largo día de trabajo. Algún turista intenta tomar una buena foto que recuerde este momento. Tengo la sensación de que el tiempo se ha parado y estoy solo en un eterno sueño. Sin embargo, las campanas del palacio me despiertan y me recuerdan que el tiempo sigue corriendo»
Finalmente, este paseo por Florencia nos lleva hasta el río Arno, a uno de sus símbolos más emblemáticos: el Ponte Vecchio. Aunque su aspecto actual es puramente medieval, su origen es anterior, ya que fue un puente romano que, destruido y reconstruido en múltiples ocasiones, alcanzó su estética actual.
Lo más característico del Ponte Vecchio, teñido de naranjas, amarillos, verdes y ocres; es que es en sí mismo una calle, con viviendas adosadas en los dos lados en las que se ubican tiendas y establecimientos. Este lugar lleno de vida es un escenario perfecto para concluir un día en Florencia escuchando las notas de algún cantautor callejero.
«Desciendo hacia el río por la Galería de los Uffizzi y llego a esa hermosa vista del río Arno con el Ponte Vecchio, que se refleja el agua. Cielo estrellado con alguna nube perdida y el reloj que marca las 10, por lo que las campanas no dejan de sonar, mezclándose con la musica de los artistas callejeros que amenizan esta velada en cada lugar emblemático de la ciudad.
En el centro del puente, la gente se amontona para no perderse ninguna nota de dos cantautores que entonan bellas canciones en italiano. Las joyerías cerradas, con sus cobertores de madera, y esa tenue luz, son el escenario perfecto para este improvisado concierto callejero».
LA CASA DEL ARTE: GALERÍA UFFIZI
Encargado por una de las familias más influyentes del Renacimiento en Italia, los Médici, el Palacio Uffizi fue ideado para albergar oficinas en las proximidades del río Arno.
Al inicio albergó las obras de arte de los propios Médici, un conjunto que ha ido creciendo con los años y que, a día de hoy, constituye una de las más antiguas y más grandes colecciones de arte del mundo.
En este espectacular espacio podemos contemplar algunas de las mejores obras del renacimiento italiano, como el Nacimiento de Venus y la Primavera de Botticelli. Además, están presentes otros grandes maestros como Rafael (La Virgen del Jilguero), Miguel Ángel (Tondo Doni) o Leonardo da Vinci (Adoración de los Reyes Magos).

Del mismo modo, hay obras posteriores, como es el caso de Caravaggio, Tiziano, Tintoretto, Rubens, Rembrandt, Van Dyck o Velázquez, entre otros. Una auténtica casa del arte donde deleitarte con piezas de las más conocidas del mundo.
Tras disfrutar con esta explosión de arte, os recomiendo poner rumbo a la plaza rectangular ante la que se erige la hermosa Basílica de la Santa Croce, con el mismo estilo que el conjunto catedralicio y una impresionante puerta de entrada. En su interior, destacan los imponentes frescos del altar y los elementos que llenan sus paredes, así como las tumbas de Galileo Galilei y Miguel Ángel. De interior amplio y grandes columnas ocres, merecen un tiempo los mosaicos de madera de sus techos y el púlpito central en la nave.
«Unas tímidas nubes se atreven a desafiar el cielo azul que preside esta hermosa y rectangular plaza, donde también abundan las contras marrones, el color ocre y amarillo, que predomina en las fachadas de Florencia.
En el medio destaca una bella fachada llena de lindos frescos y, observando todo gloriosa, la iglesia de la Santa Croce, con una puerta formidable, mantiene los colores de su vecina y más conocida Catedral»
Para terminar esta visita a Florencia, nos desplazamos a concluir el día al punto de observación más famoso de la ciudad, el Piazzale Michelangelo, construido en 1869 en una colina al sur del centro histórico.
Este parque es una terraza panorámica privilegiada de la ciudad, desde la que observar una bella vista de Florencia, en la que destaca especialmente la torre del Palacio Vecchio y la cúpula de la Catedral. El sol, en su caída, tiñe de dorado los tejados y da paso a las ténues luces que, poco a poco, iluminan las siluetas de Florencia para despedir nuestro tiempo en ella.
«El sol comienza a ocultarse tras las colinas, que me recuerdan que estoy en la bella campiña toscana, mientras que una muralla sirve en este caso para dividir el atardecer de esa parte del cielo que todavía queda con nubes que se tiñen de naranja, mientras la ciudad va a un ritmo más lento y se tiñe de un color oro vivo que, poco a poco, va decayendo. Gloriosa, la cúpula naranja del Duomo, siempre en el centro, va apagando su brillo naranja con los últimos rayos de sol. A un lado, el ponte Vecchio luce con orgullo en las aguas del Arno, comenzando a iluminarse antes que el resto de luces de la ciudad».
Qué bonito paseo y qué bonita Florencia. Lástima que sea inviable recorrerla de forma tranquila. Es una de esas ciudades que he visitado varias veces y en la que siempre descubro una Firenze nueva.
El rapto de las Sabinas me gusta aunque mi favorita de la Loggia es Perseo. La primera vez que vi las obras de Botticelli me emocioné tantisimo, creo que hay visitas que deben hacerse al menos, una vez en la vida.
Un abrazo.
Estoy completamente de acuerdo contigo, hay visitas que deberían hacerse al menos una vez en la vida. En mi caso, considero que Florencia es una de las ciudades que hay que ver si o si. Es un museo al aire libre, ya solo con pasearla te traslada al Renacimiento y si encima visitas sus museos, te encontrarás ante obras cumbre de la historia universal.
Te voy a confesar que para mí es imposible decidir cual es mi favorita de la Loggia, me quedo con el conjunto en general, con sentarme a la noche casi en soledad con tanta belleza ante mí, en un ambiente tan íntimo.
Un abrazo
Que linda forma de relatar! me has transmitido tus sentimientos y parecía que caminaba a tu lado por Florencia. No dejes de escribir caminante!
Es una alegría saber que he conseguido que te sintieses conmigo recorriendo Florencia, es una bella ciudad que hay que visitar al menos una vez en la vida. Intentaré no dejar de escribir nunca, muchas gracias por tus palabras y tu ánimo.
¡Hola Rubén!
Muy bonito relato de Florencia, una ciudad que nosotros conocemos bien (yo viví allí y Andrea es de la zona), y que nos encanta. Has descrito la esencia de Florencia con un toque de romanticismo que nos ha dado mucha morriña. Además, la ruta es perfecta, el itinerario imprescindible por esta ciudad que, como dices, es un auténtico museo al aire libre. Personalmente, nunca olvidaré la primera vez que vi cara a cara El Nacimiento de Venus, y esos atardeceres en el Piazzale Michelangelo…
Por cierto, gracias a tus fotos he visto Santa Croce por dentro, que nunca había entrado, ¡y eso que vivía en el barrio!
Con la foto de portada imposible resistirse a conocer estos lugares de la bella Florecia 🙂 Mi lugar favorito de la ciudad fue sin duda la Piazzale Michelangelo. Compartimos la sensación de que la ciudad se tiñe de naranja al sol. Me ha parecido un artículo muy inspirador. Saludos!
Llevas toda la razón al decir que Florencia es una museo al aire libre. Aunque sin duda también lo es de puertas para adentro. No hay rincón de esta bella ciudad que tan bien nos enseñas y narras en tu post que no merezca su minuto de gloria, una parada del viajero para admirar una escultura, una torre, una puerta o una fachada. ¡¡Maravillosa esta ciudad de la Toscana!!